miércoles, 25 de abril de 2012

El suéter azul.


Las seis de la mañana, rápido...corre porque no llegarás a tiempo, decía mi madre para levantarme.
Mis días de vacaciones terminaban y con ellos los largos descansos matutinos donde me levantaba sólo si el sol se enfurecía con mi pereza y me daba con todo el rigor de su calor.
Sólo cinco minutos más, pensaba; pero hoy era un día particularmente especial, tenía que llegar a tiempo, las inscripciones de la licenciatura no iban a esperar por mí ¿o, sí ?
Día fatal, levantarte por obligación y descubrir que la imagen que te regresa el espejo es una burla de ti misma, que a tus 17 años eres una adolescente simplona sin busto y con demasiada cadera; desayuno apurado y deglutido sin disfrutarlo y tus quince minutos reglamentarios de pararte cual maniquí a esperar el camión para tu destino...ya en camino sigue el trance...camión atiborrado de gente donde vas agarrada de lo que puedes para no caerte; soportando humores extraños, manos furtivas, miradas obscenas y llantos de niños desmañanados.
Llegando a la facultad me acomodo el viejo suéter púrpura de cuello de tortuga y me aliso la falda para tratar de disimular el ajetreo en el que viajé y tranquilizando mi impaciencia por llevar a cabo el tramite escolar; escaleras y más escaleras para llegar a la fila de inscripciones y al llegar descubrir que definitivamente esos cinco minutos de sueño extra tuvieron como consecuencia encontrar un mar de gente más puntual que yo.
Ya ni llorar es bueno...me uno a la fila de zombies que buscamos entre nuestros papeles la ficha de inscripción para llenarla con todos nuestros datos con pluma de tinta negra.
¿Me permites tu pluma? escucho una voz masculina a mi lado, pero como nunca he sido ni un poco popular entre los chicos pienso que es a alguna otra persona...otra que SÍ sea bella. ¡Hola! ¿Me permites tu pluma por favor?...insiste la voz y al mismo tiempo siento una mano completamente posada en mi hombro derecho, el calor de la mano traspasa mi ropa, volteo a la voz y me encuentro con la más maravillosa sonrisa que alguien te puede ofrecer, vestido en jeans gastados y con un suéter azul a cuadros; a la vez sonrío y le ofrezco la pluma, llena sus papeles y es el momento de pasar con la auxiliar a entregar tus documentos, yo paso al cubículo 3 .... y él??? hmmm ... no sé...¡lástima!, ¿y mi pluma?
Saliendo de la entrevista me dirijo a la cafetería para completar el desayuno interrumpido de la mañana y ahí encuentro al chico sonriente rodeado de amigos y amigas, qué cuadro tan deseado por mí, siempre solitaria.
El chico de suéter a cuadros me invita a sentarme y me dice: no te regreso la pluma porque la puedo necesitar más tarde, tengo la extraña mania de ir a la guerra sin armas! Me río y me siento a su lado. Cinco minutos después de estar escuchando su voz ya sé que este hombre cambiará mi vida, sé que esos ojos claros y esa sonrisa amplia me darán muchos desvelos, entre sorbo y sorbo de café me cuenta a grandes rasgos lo que es él, sus gustos, sus planes hasta tus defectos vistos ante el espejo, yo correspondo a su plática le cuento mi solitaria vida y los locos planes que tengo revoloteando en mi mente, mi amor por los gatos y mi locura por la musica y las peliculas viejas.
Sin más, a los pocos minutos de platicar toma una servilleta de la mesa de la cafetería, saca mi pluma y me dice: ¡ya ves!, ¡te dije que la podía ocupar!, dime los nombres de tus amigos. Y empieza a garabatear en la servilleta -¿para qué? le preguntó extrañada y me responde con una frase que nunca he de olvidar... ¡porque tengo que saber a quiénes invitaré a nuestra boda!
Aunque eso nunca pasó... él por ese extraño destino que llevamos, definitivamente fue la persona que cambió mi vida, aprendí con él durante 10 años de mi vida los distintos tipos de amor, desde el inocente hasta el más erótico y pasional; aprendí también que cuando amas a alguien tan profundamente no puedes simplemente desecharlo de tu vida...aún después de casados (cada uno con su respectiva pareja) seguimos con una relación sumamente unida de amistad que solamente terminó con la muerte...y nos fue arrebatada de una manera intempestiva y salvaje....
Hoy, a casi veinte años de que llegó a mi vida, se ha ido para nunca más regresar... Ya pasaron algunos meses de su terrible accidente y no hay día que no recuerde su amplia sonrisa, su aroma fresco a limon, sus manos grandes e inquietas, su amor y su suéter azul a cuadros.
Vicky Arizpe (Sayuri)
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